Las películas infantiles se crean la mayoría con el objetivo de que puedan ser disfrutadas por toda la familia. Pero eso no es nada fácil, precisamente porque van dirigidas a públicos muy diferentes (niños, claro, pero también a sus padres, que normalmente los acompañan a la sala de cine).
Muchas veces la trama de la película es tan infantil que los padres sólo disfrutan del hecho de tener a sus hijos tranquilos durante un par de horas. Otras veces, con el objetivo de complacer a los padres, se abusa de chistes o situaciones que los niños no entienden, y obtienen mucho menos éxito de lo que merecerían.
Pero algunas veces se consigue un perfecto balance de las dos cosas, o incluso se llega a más, como en el caso de esta película, que consigue entretener, pero a la vez ser didáctica, para los pequeños, pero sobre todo para los padres.
Esta sencilla historia de una pre adolescente que tiene que adaptarse a un traslado de ciudad, siempre delicado, pero depende de a qué edades más delicado aún, es en realidad una genial representación de cómo funciona el cerebro humano. Algo tan didáctico como la mítica serie infantil "Erase una vez la vida", pero mucho más desarrollada y centrada en el funcionamiento del órgano más complicado de todos, donde residen nuestros sentimientos, y que controla todo nuestro ser.
Y considero que en realidad es más una película para padres que para niños, porque intenta hacernos comprender lo que pasa por la cabeza de nuestros hijos en esa edad tan complicada en el que pone todo su mundo del revés.
Para nuestros hijos (en realidad parece más que para nuestras hijas, que son claramente el público objetivo) también resulta muy didáctico y revelador para poner un poco de luz en la confusión que hay en esas pequeñas cabecitas. Pero muchos detalles del funcionamiento de cómo representan el funcionamiento del cerebro son claramente inalcanzables para ellos (o ellas).
Cómo se almacenan los recuerdos en nuestra memoria a largo plazo, cómo eliminamos recuerdos, cómo vamos cambiando las prioridades o los valores fundamentales con el tiempo, o incluso cómo tratamos de entender conceptos abstractos, está genialmente representado a lo largo de la trama.
Igual que, gracias a "Erase una vez la Vida", entendíamos cómo sangramos, cómo respiramos, o como enfermamos, a través de imágenes que no se olvidan en la vida (quién no recuerda a los policías/glóbulos blancos aspirando a los gérmenes para luchar contra una infección), a través de esta película entendemos por qué nuestra hasta hace poco carinosa hija ahora rechaza que le mostremos cariño en público, o por qué de repente está tan rara y respondona.
Los cuatro entrañables protagonistas de la sala de control del cerebro son tan creíbles que, después de ver la película no puedes verlo de otra manera, y cada vez que intentes explicarte lo que está pasando por su cabeza, los verás allí, cada uno tomando alternativamente el control, y mirándote a los ojos.
Servet Casabona
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